En el festival Eñe de 2012, el columnista y escritor Juan José Millás aludió a un estudio universitario que daba 50 años de vida a los periódicos en papel: “ojalá lleguemos hasta entonces”, analizó al respecto de la predicción.
La profecía está echada, renovarse o morir. Las tecnologías han entrado en nuestras vidas como un huracán, sobre todo en la última década, donde, incluso sobrepasando las brechas generacionales, se han convertido en las herramientas del día a día, con las que satisfacemos nuevas necesidades así como otras no tan nuevas.
Aún así, los periodistas del momento (esos de entre 35 y 60 años), los que tienen un background profesional y personal lo suficientemente amplio para ser considerados como “referencia” no parecen tener la intención de modificar su hasta ahora eficaz -y algo mecánica- forma de trabajar e informar.
La incorporación de las redes sociales, twitter y facebook como faros, a las redacciones se ha hecho de una forma mucho más lenta (o aún no se ha hecho) que la que ha hecho el gran público, el ciudadano que con sus 140 caracteres agita la red, se informa de una forma tan alternativa como la información que recibe a través de nuevos actores.
En muchos escenarios la delantera ha sido tomada por el ciberperiodismo, surgido de la nada dirán algunos o evolucionado del periodismo convencional (aquellos que hicieron los deberes y asumieron el cambio) pensarán otros.
Con el ciberperiodismo otros fantasmas han llegado. La necesidad de un periodismo más mordaz y menos apegado a los poderes establecidos ha provocado la aparición del periodista ciudadano que aunque trae un aire fresco a la profesión, adiciona tantas incertidumbres como peligros.
En el programa de la 2 de TVE Torres y Reyes del 31 de octubre titulado “Perder los papeles”, Ramón Lobo dijo que el periodista es “necesario” porque tiene la “capacidad de jerarquizar la información, de contextualizar y de comprobar” mientras que el director de ElDiario, Ignacio Escolar, dijo que no se debe “despreciar” a la persona que hace información en la calle aunque no sea periodista de profesión.
Pero además del cambio tecnológico al que el periodista actual debe hacer frente, la profesión necesita de un golpe de agitación, de un cambio moral y práctico que está siendo demandado a diario por la sociedad, esa a la que el periodismo debería servir muy por delante de partidos políticos, gobiernos o entidades bancarias.
No es casualidad que en el mayor movimiento civil de nuestra joven democracia española, el 15-M, los manifestantes gritaran “nos mean y la prensa dice que llueve”. El periodista debe dejar de compartir café y coche oficial con el político, las buenas relaciones en los pasillos de los parlamentos entre periodistas y representantes no deberían pasar de la cordialidad y los modales.
El ciudadano extraña un periodismo mordaz que responda a sus necesidades, que le diga la verdad, y también echa de menos unos periodistas con ganas de seguir en la profesión, con todos los desafíos ya sean monetarios, laborales, profesionales y tecnológicos que puedan estar esperándoles a la vuelta de Internet.
El periodista tiene la oportunidad de aprovecharse de todo lo bueno que las TIC traen con ellas, el abaratamiento de la información en Internet es un camino claro y a recorrer para el ciberperiodismo que quiera tildarse de independiente.
Los modelos son variados pero sobre todo intentan ser honestos con la profesión. Diarios digitales como El diario o InfoLibre pero también proyectos individuales como ‘La Parada’ de Merche Negro, un programa de entrevistas y debates televisivas grabadas a través de skype y difundidas a través de la red de forma totalmente gratuita son claros ejemplos.
Otro de los fantasmas es precisamente dicha gratuidad de los contenidos informativos en la red. Los medios convencionales se equivocaron al regalar las noticias en Internet, dando carta abierta a sus lectores, quienes con el periódico a cero euros en versión digital no se iban a gastar un céntimo para comprarlo en el kiosko.
Y sin dinero no se paga a los profesionales del periodismo. ‘Sin periodistas no hay periodismo, sin periodismo no hay democracia’ es ya célebre pero seguirá vigente hasta que pase esta tremenda varicela que la prensa está padeciendo a nivel español.
Pese a todo, el futuro es de los que viene empujando fuerte desde abajo, los más jóvenes que nacieron o se formaron en el mundo 2.0; pero también hay tiempo para que los experimentados se hagan eco de las palabras de Montserrat Domínguez: “que desaparezca el papel es lo de menos, lo que no quiero es que desaparezca la información que me da un periódico, no es su muerte, la información en Internet está aún más viva”.