El controvertido ex primer ministro israelí, Ariel Sharón, murió este pasado sábado a los 85 años en una cama del hospital Tel Hashomer, en el centro del país judío, tras ocho años en estado vegetativo.
Como ya denunciara el artista Noam Braslavsky en su polémica escultura en la que mostraba al Sharón impedido en una cama expuesta en Tel Aviv en 2010, el coma permanente del antiguo estadista militar ha sido una metáfora de la parálisis en la que se ha postrado Israel para conseguir una paz verdadera con los palestinos. Una situación que se ha enquistado después de décadas de negociaciones fallidas.
Del mismo modo se puede hacer una interpretación del coma como el limbo en el que ha estado sumido todo Oriente Próximo en las últimas décadas, del cuál sólo ha despertado para convertirse en un infierno, en la muerte. El conflicto palestino-israelí ha dejado de ser el tema principal en una región castigada por guerras civiles, como es el caso de Siria, violencia sectaria, especialmente en el Líbano o Iraq, y luchas encubiertas de poder por la hegemonía y supremacía regional, entre Irán y los países del Golfo.
Héroe nacional para unos y verdugo implacable para otros, la historia reciente de Israel no se podría entender sin su figura. Descendiente de una familia de emigrantes rusos, el joven Ariel se unió a la milicia Hagana, que promovía la creación del Estado judío antes de 1948 y continuó en el ejército israelí con el que participó en todas las guerras siguientes que se librarían contra los Estados árabes vecinos, destacando como militar y logrando el reconocimiento de sus compatriotas. No sería tan admirado por los palestinos, aún más tras su supuesta responsabilidad en las matanzas de refugiados palestinos en Sabra y Shatila durante la ocupación del sur del Líbano.
La visita sorpresa en septiembre del 2000 a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén fue interpretada como una provocación y abrió la Segunda Intifada Palestina. Para entonces Sharon se había pasado a la política y lideraba el partido derechista Likud, al que pertenece el actual primer ministro Benhamín Netanyahu.
En 2005 el líder israelí dio un viraje en su política al autorizar la retirada unilateral de Gaza y de cuatro asentamientos en Cisjordania, con las críticas del ala más derechista de la política israelí. Creó un partido más conciliador y moderado, el Kadima, pero no tendría tiempo de desarrollar sus nuevas ideas al sufrir la hemorragia cerebral que lo tendría postrado hasta su muerte este 11 de enero.
Sólo el tiempo dirá si israelíes y palestinos consiguen que sus relaciones vuelvan a la vida o acaban como el considerado último gran sionista.
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